Se llaman PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). La convocatoria tiene como objetivo definir qué candidaturas podrán presentarse a las elecciones legislativas del 14 de noviembre, donde se renuevan parcialmente las Cámaras. Para los partidos chicos es una oportunidad de correr en primera división, para los tradicionales supone algo parecido a una primera vuelta o pronóstico de futuro (gris, negro o blanco). En el Gobierno de Alberto y Cristina Fernández, el resultado se leerá como un plebiscito de su gestión en estos casi dos años de turbulenta Administración pero también, anticipará las posibilidades que tienen de controlar el Congreso y el Senado. Dicho de otro modo, de gobernar con el rodillo en la mano.
Los argentinos han vivido una campaña tensa en el marco de un confinamiento y una pandemia que causó estragos y dejó un saldo de más de 113.000 muertos. La lucha por el poder -ganarlo o acercarse a él- forzó a las primeras espadas de las formaciones a salir a la arena de los mítines. Por el lado del Frente de Todos, su lideresa, actual vicepresidenta, expresidenta y viuda de Néstor Kirchner emuló sus mejores tiempos de candidata en el cierre de campaña. Un discurso de una hora le devolvió la adrenalina que genera un baño de masas. CFK, siglas por las que todavía se la identifica, disparó para cualquier lado menos para el suyo. Libre por el blindaje que le dan sus fueros, se animó a levantar la bandera de la lucha contra la corrupción como si el pasado -y el presente- no la condenara -en los tribunales- sistemáticamente.
La última diana de sus diatribas fue la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, a la que acusó de comprarse un piso en el señorial barrio de la Recoleta, con fondos de origen fraudulento. Vidal, que cambió la provincia por la ciudad y es candidata por el opositor Juntos por el Cambio (compite con el exministro Ricardo López Murphy) , se defendió y justificó la operación inmobiliaria con un crédito. Ambas mujeres, desde esa adquisición, se han convertido en vecinas en la capital argentina. Mauricio Macri, como es habitual, fue diana de los dardos de “Cristina”. Al expresidente le adjudicó todos los males de la Argentina y un endeudamiento que el actual Gobierno ha superado con creces. En los primeros 18 meses (hasta junio) la deuda pública de “los Fernández”, de 30.000 millones de dólares, supera la de Macri y hasta la del último Gobierno de la actual vicepresidenta.
En la campaña de estas primarias, que se celebran hoy, se pudo ver diferencias y tensiones en una oposición que, en conjunto, podría dar el «sorpasso» pero los sondeos no son precisamente un termómetro fiable de la fiebre que padece la población, a favor y en contra, del Gobierno. Inspira más credibilidad la visión que tienen los mercados y la volatilidad del dólar, única moneda en la que tienen fe los argentinos. La divisa estadounidense se disparó la última semana aunque el viernes perdió algo de fuelle. En cualquier caso, se aproxima peligrosamente a los 190 pesos. Esto, en un país cuya moneda tenía el mismo valor que el dólar hasta el 2002, resulta deprimente. Cautelosos y como expresión de esa desconfianza a un revés efectivo para el oficialismo, el Merval (Mercado de Valores) cerró a la baja y los inversionistas comenzaron a desprender de los bonos argentinos.
Inclinar la balanza
Cualquier resultado es posible en esta batalla previa al recambio de la mitad de los diputados y de un tercio de senadores. De momento, como en el tango, parecería que los bloques oficialistas y sus satélites van «cabeza a cabeza» con la oposición. Dicho esto, -y como es habitual- se descuenta que como máximo, el oficialismo podría «chorear (robar) un par de puntos», en el recuento pero también existe el voto oculto que puede inclinar la balanza a un lado u otro.
La coalición de Juntos ofreció la imagen pero no le dio la palabra a Macri en sus actos públicos. El ex presidente parece que va camino de hacer realidad el refrán de, «otros vendrán que bueno te harán» pero todavía está fresco en la memoria que el sueño prometido de su Gobierno termino en algo parecido a una pesadilla para el bolsillo de los argentinos. En este contexto, únicamente los partidos que logren más del 1,5 de respaldo podrán competir en las elecciones de noviembre. Algunas frases y personajes desataron la polémica. Victoria Tolosa, cabeza de lista del oficialista Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40 por cierto de los votos no dudó al decir: «Nosotros vinimos para hacer posible la felicidad de un pueblo y la grandeza de una patria y no hay felicidad de un pueblo sin garchar» (follar que diría Pablo Iglesias). López Murphy replicó con otra frase más medida y demoledora, tienen un «50 por ciento de pobres y una economía destrozada. Son unos cínicos y unos sinvergüenzas».
Nuevo en las papeletas electorales pero veterano en los platós de televisión, el excéntrico economista Javier Milei, propuso «volar por los aires el Banco Central». La frase quedó casi en el olvido después de que se dirigiera a Horacio Rodríguez Larreta, actual jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires (más gobernador que alcalde y de Juntos por el Cambio): «Como el zurdo de mierda que sos a un liberal no le podés ni lustrar los zapatos, sorete (churro de caca). Te puedo aplastar hasta en silla de ruedas, a ver si lo entendés».
Sin ordinarieces pero sorprendente resultó la explicación de María Eugenia Vidal para justificar su postura en contra de la legalización de la marihuana. «Una cosa es fumarte un porro en Palermo (barrio porteño) un sábado a la noche, con amigos, relajado, o con tu pareja, o solo y otra cosa es vivir en la 21-24 (barrio de chabolas), en Zabaleta, en la 1-11-14, rodeado de narcos y que te ofrezcan un porro, sin oportunidades, sin ir a la escuela o habiéndola dejado». Pero, entre las más impactantes, queda la del presidente Alberto Fernández que salió a defender a una maestra enfurecida y mal hablada, con los alumnos que no eran kirchneristas. «Que haya tenido ese debate es formidable. Abre la cabeza de los alumnos, es una forma de invitar a discutir, de invitar a pensar y de abrir la cabeza de la gente». En esto último, tenía razón porque, por sus modos, apenas le faltó atizar con un palo.